La medicina natural, reconocida por la Organización Mundial de la Salud, parte de que el ser humano está dividido en cuerpo, mente y espíritu. Y si lo piensas bien, Halloween es una fiesta en detrimento de estas tres áreas que conviven en ti.
Cuerpo
Esta fiesta promueve la ingesta de alcohol u otras drogas, y como resultado cada 31 de octubre y 1 de noviembre vemos más de una noticia tan tenebrosa como los mismos disfraces de gente desangrándose o fuera de sí.
En lugar de dejarnos seducir por esta aparente diversión con un final nunca positivo (pues embriagarse y drogarse siempre trae consecuencias), Dios quiere que “andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia…” (Romanos 14, 12-13).
Mente
Mientras Filipenses 4, 8 nos motiva a pensar en “todo lo verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre…”, Proverbios 24, 8 nos advierte que “al que piensa hacer el mal, le llamarán hombre de malos pensamientos. El pensamiento del necio es pecado, y abominación a los hombres el escarnecedor”.
Suficiente abominación son las mentes de los ladrones, asesinos, violadores y corruptos de los que nos quejamos día a día, como para invocar por las calles a asesinos en serie como Freddy Krugger o Jason. ¿Qué tal si en lugar de pensar este día en cómo celebrar Halloween y asustar a la gente, muestras tu lado más amable y das afecto a esa tía, abuelita, huérfano o viuda que está tan necesitada de una visita y un abrazo?
Espíritu
¿Por qué celebrar la muerte y disfrazarse de ella si ésta es símbolo de maldición? ¿Por qué no ser agradecido con Dios que nos da la vida? Los seres humanos somos tan frágiles que con solo dejar de respirar por unos minutos terminamos con nuestra existencia. Nuestros cuerpos funcionan gracias al diseño de alguien superior, y ese alguien es Dios, que en su Palabra nos dice: “…os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio 30, 19).
No ignoremos la realidad espiritual que nos condena a muerte al celebrar Halloween, porque no se trata solo de una muerte física sino también una muerte espiritual que nos condena a vivir como esclavos de los vicios, de nuestras pasiones, de los celos, del dinero, de la enfermedad, del temor, de todo aquello que nos impide a tener esa vida en abundancia para la cual vino Jesús (Juan 10, 10).